Ejemplo 3 de Relato corto. Relato…

RELATO…

(Autor Héctor Carlos Reis)

Lo construyeron en una bahía protegida de las ventiscas y de las olas. Tardaron nueve meses en hacerlo. Al principio los vientos lo empujaban hacia la playa impidiéndole la salida al mar. Finalmente lograron echarlo hacia el frío océano. Comenzó el viaje solo y sin mucho entusiasmo pues lo que veía no excitaba su natural curiosidad. Pero ¿qué buscaba?. Muchas veces se hizo la pregunta. Al principio no lo sabía. Todo era nuevo para él…

El agua se iba tornando un poco más cálida. ¿Era una ilusión o una realidad?. Con el tiempo supo distinguir una cosa de la otra; pero… ¡ay! cuántas lágrimas (perdón, cuántos golpes) le costó. Los vendavales en el mar abierto son violentos y desgajan las tablas, arrancándolas y destrozándolas en remolinos de furia. Pero luego de las tormentas siempre vuelve la calma. El sol en alta mar es mucho más brillante y cálido pues se refleja en la superficie y llega, rebotando, a todos los intersticios…

Pasó el tiempo; no se supo cuánto. Para algunos corre más lentamente que para otros; todo depende de la fortaleza y de la habilidad con que fue hecho. Algunos suponen que el tiempo y el agua lo hacen mejor… Decía que pasado el tiempo encontraba otros a su paso (bueno lo digo ahora, no puede haber uno sólo es lógico que haya otros). Los había de distintos colores y formas. Algunos gallardos y fuertes, otros pequeños y débiles; había blancos, amarillos, negros… Los negros eran casi siempre más grandes y elegantes. El era uno del montón; nada lo distinguía, salvo su curiosidad, su austeridad y su deseo de no estar solo. Sí, sentía una profunda necesidad de estar junto a otro similar a él: que sintiera y pensara como él. Bueno no tenía necesariamente que ser idéntico bastaba con ser similar…Buscaba en todos los mares del planeta… ¿porqué tanta búsqueda?. Simplemente lo angustiaba la soledad…
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Alguien le trajo una bella que lo encandiló. Sus formas eran como a él le gustaba. Juntos pasaron mucho, muchísimo tiempo. Deambulaban por los mares exhibiéndose como bellos ejemplares. El, tomó de ella su apostura y aprendió a ser recio, fuerte. Perdió (¿si?) su natural sencillez y se tornó altivo y presuntuoso. A su paso los otros cedían. Creyó ser feliz…

Pero había algo que no encajaba. No se sentía él mismo. Estaba enajenado. Hasta sus menores movimientos no eran de su agrado. Sin darse cuenta comenzó una búsqueda… pero ahora de si mismo. Pero ¿quién era él?, ¿acaso lo sabía?. Se fue perdiendo en una vorágine y apartándose del resto. Volvía a estar solo… Pero ahora no lo angustiaba. Deseaba estar solo. ¿Quizá para no sufrir?. Pero como ¿había sufrido estando acompañado?. No lo podía entender.

La respuesta vino subiendo una ola gigante, a su lado encontró repentinamente una mejor que lo llevó a lo alto de esa ola para mostrarle el atardecer. Sí, vio un maravilloso atardecer que ya jamás logró olvidar. El sol rojo como un fuego se hundía en el horizonte…y allí comenzó a vivir con plenitud. En realidad no se dio cuenta en ese instante. Sólo se dejó llevar; confiaba en ella como nunca antes había confiado. Juntos subieron muchas olas, bajaron cuestas de golpe y a veces lentamente; juntos vieron o imaginaron todos los mares del mundo; juntos dejaron huellas sin membrete al torbellino de la vida. Riñeron, amaron, soñaron; hicieron pequeñas cosas que llenaron sus simples y pequeñas vidas. El quería estar junto a ella siempre pues así se sentía completo; sí, se sentía total cuando estaban juntos… Porque olvidé decir que no estaban juntos en todos los instantes; él a veces deambulaba por mares cálidos, ella gustaba navegar, transitoriamente, por aguas frías pero bien tapada por abrigo. Gustaba estirarse horizontal y sentir la calidez del sol pero siempre cubierta. ¡Ay! ¡Qué hermoso verlos a los dos juntos! Jamás olvidaré las imágenes de ambos tomados en forma imperceptible de los costados y paseando por zonas remotas y no visitadas por nadie.
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Pasaron muchos años. El sentía que cada vez era más feliz a su lado. Por primera vez comprendió la vida y encontró una ruta, un sentido al navegar. Sí, lo difícil es encontrar el sentido, o mejor, darle un sentido…

Cuando él estaba mal ella lo ayudaba, con un profundo y buen amor; cuando ella estaba mal él la ayudaba con un profundo y buen amor…
El tiempo dio un cimbronazo y la vejez perforó un costado de él; el agua implacable fue inundando sus compartimentos y comenzó a hundirse. Ella desesperada quiso asirlo para que no cayera al abismo pero no lo consiguió pues ella también estaba hundiéndose, pero como era más sólida y estaba mejor construida su caída era más lenta. El, con un grito de angustia cayó y …..
TOCÓ FONDO

Al desmoronarse se deshizo en múltiples pedazos. Su dolor era terrible… Pasaron en rápida sucesión sus ideales de joven; deseaba que todos pudieran navegar libremente, sin grandes que aplastaran a los chicos, sin recios que impusieran su voluntad, la alegría bullendo y todos ayudándose a navegar mejor; él había visto en una isla muchos felices y siempre añoró hacer de esa isla todos los mares del mundo. En esos instantes supremos vio y sintió la tremenda angustia de su impotencia. Cómo podía él todo destrozado en el fondo del mar ayudar a otros si no podía consigo mismo….. Pensó en elixires mágicos pero de inmediato advirtió la falsedad. Allí en el fondo nada podía ayudarlo. Estaba solo… Su compañera, su amada, deambulaba a la deriva y desde abajo se veía su silueta temblorosa, vacilante y también ya inundada por las aguas, resistiéndose a la caída. Sí, ella resistía con inventos que paliaban los daños en sus costados. Era de una recia estirpe de navegantes allende los mares. Sus constructores habían sido poderosos e ingeniosos que la habían dotado de compartimentos estancos que impedían su hundimiento rápido. Él, o lo que quedaba de él, la contempló con dulzura y ya una apagada chispa de aliento quiso reunir los trozos desperdigados por doquier…….

Gritaba con angustia su impotencia pero ella no podía escucharlo, bastante tenía con lo suyo y además el agua hacía diluir el desesperado gemido. Su lamento se marchitaba en un océano gigantesco. Y ahora sí, lágrimas, un torrente de lágrimas sacudió su alicaída osamenta, su destrozada y larga vida. Un tremendo alarido restalló en el fondo del mar. La angustia infinita le hizo comprender…

Ella, arriba, tambaleaba y a veces lo buscaba con su inmenso y buen amor para ayudarlo, pero era impotente pues el agua iba inundando todas sus partes. De a ratos atisbaba algo pero no podía con ella misma…
De pronto, al unísono, comprendieron la verdad:
Si en la superficie juntos habían logrado navegar felices, solamente juntos podrían lograr no morir al menos hasta ser más viejos…
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Ella tiró una cuerda, él lanzó una saeta que se fue uniendo a la cuerda y las dos fuerzas juntas empujaron hacia arriba en un desesperado intento de unir los trozos que se hallaban dispersos en el fondo del mar ………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..
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[Fragmento de un texto encontrado en una botella en el océano y que tiene el título de: Relato sobre un buen velero].
P.D. En forma fragmentada y borroneada por el agua se lee algo así como que el velero sintió a las 6,05 horas de una mañana de verano una caricia en su costado hecha por las velas de su querida y eterna compañera al entrar furtivamente en ……………… [Ya el texto se torna totalmente ilegible].
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Acerca de Héctor Carlos Reis

Pintor, escritor, abogado, investigador del comportamiento humano. Realicé los estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires donde obtuve el título de Bachiller y en la Universidad Nacional de Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales me recibí de Procurador y de Abogado. Publiqué colaboraciones en la Revista "Todo es Historia" que dirigía el Dr. Félix Luna en los Nos. de diciembre de 1986, en enero, febrero, abril de 1987. Soy autor de novelas, de ensayos, de libros cinematográficos y de relatos cortos. Como mejor síntesis el doctor Félix Luna en su revista "Todo es Historia" Nº 235 de diciembre de 1986 al presentarme utilizó las siguientes palabras para definir mi método: "El doctor Héctor Carlos Reis es abogado, pero sus inquietudes exceden en mucho el marco de su profesión. Ha incursionado en diversos campos de la ciencia y demuestra una notable capacidad para relacionar circunstancias que, siendo aparentemente inconexas, definen procesos de una neta significación. TODO ES HISTORIA ha encargado al doctor Reis la sección que se inicia en esta edición." Estudié dibujo y pintura y actualmente pinto intensamente.

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